2. No quiero pasarme 40 años en un trabajo que no me gusta

Voy a empezar este post diciendo que para mí uno de los objetivos más importantes de la vida es ser feliz. Con ser feliz no me refiero a este ideal que se nos vende desde los medios de comunicación que consiste en tener un buen coche, una familia que te quiera y tu propia casa en un barrio pudiente. Para mí ser feliz, centrándome exclusivamente en el ámbito profesional, implica levantarme todos los días y saber que el trabajo que voy a desempeñar me ilusiona y me hace sentir realizado. Si voy a tener que pasar los próximos cuarenta años de mi vida trabajando, que menos que luchar por encontrar algo que me llene personalmente. Un trabajo en el que pueda expresar todo el potencial de mi ser. En este hipotético trabajo  del que hablo espero encontrar esa felicidad diaria que me anime a levantarme todos los días, una base sólida sobre la que forjar el resto de aspectos -mucho más importantes, por cierto- de mi vida. Digo todo esto porque creo que una educación mejor es ciertamente posible, y, pese a que mis estudios acerca de la educación son bastante escasos, si que me gustaría hablar de un libro con el que concuerdo bastante.

El libro se titula El elemento, de Sir Ken Robinson. El famosísimo profesor inglés, defiende que en todas las personas existe una tarea, una aptitud, un fin para el que han nacido en el que se sienten en su elemento.  El objetivo de la educación, por tanto, debería consistir en ofrecer los máximos recursos posibles para que todas las personas tuvieran la posibilidad de descubrir lo que realmente les gusta, donde se sienten cómodos, la actividad en la que el tiempo vuela y las horas parecen minutos. Porque cuando una persona se halla en su elemento es imparable, implacable, nada la para y puede con todo. Seguro que muchos de nosotros conocemos a alguna persona que tiene la suerte de dedicarse profesionalmente a su elemento, y si no se os ocurre algún ejemplo, pensad en ese buen amigo que os habla de lo que realmente le apasiona, de cómo se ilusiona cuando habla de esa actividad a la que dedicaría su vida entera si existiera la posibilidad. Nunca olvidaré uno de los ejemplos del libro, que me sorprendió por lo "banal" que me pareció en primera instancia. En este ejemplo Robinson habla sobre una mujer que desde que era niña, empezó a jugar al billar, como cualquier otro niño que prueba un juego nuevo. No obstante, nuestra protagonista no era como los demás niños que jugaban al billar, sino que encontró en el tapate su fin último vital. Todos los días, cuando salía de la escuela, se iba a pasar toda la tarde en un bar cercano a su casa donde la permitían jugar al billar. Poco a poco la afición se convirtió en pasión, y Ewa Laurence, nuestra protagonista, consiguió convencer a sus padres de que la dejaran dedicarse exclusivamente al billar. Sus padres, con mucho acierto, permitieron que el elemento de su hija floreciera. El resto de la aventura de Ewa es historia, ya que se convirtió en la mejor jugadora de billar del planeta.

Ojalá que mis amigos, hijos, compañeros, o incluso yo mismo, supiéramos con tanta rotundidad cual es nuestro elemento, porque encontrar algo así se asemeja una tarea ciertamente complicada. Es por ello que pienso que la educación es un buen medio para "abrir puertas", para expandir el horizonte de posibilidades a miles de niños en nuestro país, lo que posiblemente provoque que más personas logren encontrar su elemento y tengan la posibilidad de ser felices desempeñando una actividad que realmente les ilusione y les haga felices.

Muchas gracias por leerme, nos vemos en la próxima.

"Mi opinión es tan válida como la de un presidente" . Filosofía y Letras, Violadores del Verso.

Comentarios

  1. Hola Néstor!! Estoy totalmente de acuerdo con tu reflexión, no hay nada más importante en esta vida que ser feliz! Me apunto el libro de El elemento para mi lista de libros pendientes :)

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